Jesse Tafero es ejecutado en Florida después de que su silla eléctrica funciona mal tres veces, causando que las llamas salten de su cabeza. La muerte de Tafero provocó un nuevo debate sobre métodos humanos de ejecución. Varios estados dejaron de usar la silla eléctrica y adoptaron la inyección letal como medio de la pena capital.
Cuando el siglo XX llegó a su fin, algunos estados estaban teniendo dificultades para encontrar verdugos experimentados, mientras que otros no pudieron encontrar técnicos que pudieran reparar sillas eléctricas. El movimiento hacia la inyección letal también fue problemático ya que había pocas personas calificadas que supieran cómo construir un sistema adecuado. Si se hace incorrectamente, una inyección que contiene una combinación de un medicamento paralítico y una dosis letal de cloruro de potasio puede paralizar a un preso y provocar una muerte dolorosa.
La ejecución fallida de Tafero estaba lejos de ser una anomalía. En Alabama, la ejecución de Horace F. Dunkins se prolongó 19 largos minutos mientras estaba sentado en una silla eléctrica rota. En julio de 1998, el recluso de Florida Allen Lee "Tiny" Davis, que pesaba 344 libras, gritó de dolor durante su electrocución mientras la sangre caía por su camisa.Las autoridades luego afirmaron que la sangre fue el resultado de una nariz ensangrentada.