La crisis de los misiles cubanos llega a su fin cuando el líder soviético Nikita Khrushchev acuerda retirar los misiles rusos de Cuba a cambio de una promesa de Estados Unidos de respetar la soberanía territorial de Cuba. Esto terminó con casi dos semanas de ansiedad y tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética que estuvieron a punto de provocar un conflicto nuclear. Las consecuencias de la crisis fueron muchas y variadas. Las relaciones entre Cuba y la Unión Soviética estuvieron en un terreno inestable durante algún tiempo después de que Jruschov retiró los misiles, ya que Fidel Castro acusó a los rusos de retirarse de los estadounidenses y abandonar la revolución cubana. Los aliados europeos de los Estados Unidos también se enojaron, no por la postura de los Estados Unidos durante la crisis, sino porque la administración Kennedy los mantuvo prácticamente a oscuras sobre las negociaciones que podrían haber llevado a una guerra atómica.
Dentro de la Unión Soviética, los intransigentes se horrorizaron por la retirada de las armas por parte de Jruschov. Dos años más tarde, en 1964, Leonid Brezhnev y Aleksei Kosygin lo expulsaron del poder y procedieron a liderar la Unión Soviética en una acumulación militar masiva. Quizás hubo un aspecto positivo de la crisis. Habiendo llegado al borde de lo que el presidente Kennedy llamó el "abismo de la destrucción", los jefes más fríos de ambas naciones iniciaron pasos para comenzar a controlar las armas nucleares. Menos de un año después de que terminara la crisis, los Estados Unidos y la Unión Soviética firmaron un acuerdo para terminar las pruebas aéreas; en 1968, ambas naciones firmaron un tratado de no proliferación.