Solo seis días después de la caída de la dictadura de Fulgencio Batista en Cuba, los funcionarios estadounidenses reconocen el nuevo gobierno provisional de la nación isleña. A pesar de los temores de que Fidel Castro, cuyo ejército rebelde ayudó a derrocar a Batista, podría tener inclinaciones comunistas, el gobierno de los EE. UU. Creía que podría trabajar con el nuevo régimen y proteger los intereses estadounidenses en Cuba.
La caída del gobierno pro estadounidense de Batista fue motivo de gran preocupación entre los funcionarios estadounidenses. El nuevo gobierno, encabezado temporalmente por el presidente provisional Manuel Urrutia, inicialmente parecía frío con los diplomáticos estadounidenses, incluido el embajador estadounidense Earl E. T. Smith. Smith, en particular, desconfiaba de la política del nuevo régimen. Él y otros estadounidenses en Cuba sospechaban de los motivos y objetivos del carismático líder rebelde Fidel Castro.
El Secretario de Estado John Foster Dulles anuló las preocupaciones de Smith. El secretario aconsejó al presidente Dwight D. Eisenhower que reconozca al gobierno de Urrutia, ya que parecía estar "libre de la mancha comunista" e interesado en "relaciones amistosas con Estados Unidos". Dulles y otros funcionarios estadounidenses pueden haber visto el reconocimiento del nuevo cubano gobierno como una forma de prevenir la ascensión al poder de elementos más radicales en la revolución cubana. Además, varias otras naciones, incluidos varios países latinoamericanos, ya habían extendido el reconocimiento.
A pesar de este comienzo prometedor, las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos se deterioraron casi de inmediato. Funcionarios estadounidenses se dieron cuenta de que Castro, quien juró el cargo de primer ministro de Cuba en febrero de 1959, ejercía el poder real en Cuba. Sus políticas sobre la nacionalización de las propiedades de propiedad estadounidense y las relaciones económicas y políticas más estrechas con los países comunistas convencieron a los funcionarios estadounidenses de que el régimen de Castro debía ser eliminado. Menos de dos años después, Estados Unidos cortó las relaciones diplomáticas y, en abril de 1961, desató un ataque desastroso e ineficaz por parte de las fuerzas cubanas en el exilio contra el gobierno de Castro (la invasión de Bahía de Cochinos).