Durante la Batalla del Somme, los británicos lanzan una gran ofensiva contra los alemanes, empleando tanques por primera vez en la historia. En Flers Courcelette, algunos de los aproximadamente 40 tanques primitivos avanzaron más de una milla en las líneas enemigas, pero fueron demasiado lentos para mantener sus posiciones durante el contraataque alemán y estaban sujetos a una falla mecánica. Sin embargo, el general Douglas Haig, comandante de las fuerzas aliadas en Somme, vio la promesa de este nuevo instrumento de guerra y ordenó al departamento de guerra que produjera cientos más.

El 1 de julio, los británicos lanzaron una ofensiva masiva contra las fuerzas alemanas en la región francesa del río Somme. Durante la semana anterior, 250,000 proyectiles aliados habían golpeado posiciones alemanas cerca del Somme, y 100,000 soldados británicos salieron de sus trincheras y entraron en tierra de nadie el 1 de julio, esperando encontrar el camino despejado para ellos. Sin embargo, decenas de ametralladoras pesadas alemanas habían sobrevivido al ataque de artillería, y la infantería fue masacrada. Al final del día, 20,000 soldados británicos estaban muertos y 40,000 heridos. Fue el día más pesado de víctimas en la historia militar británica.

Después del desastre inicial, Haig se resignó a avances más pequeños pero igualmente ineficaces, y más de 1,000 vidas aliadas se extinguieron por cada 100 yardas ganadas en los alemanes. Incluso la introducción de tanques el 15 de septiembre por Gran Bretaña en la guerra por primera vez en la historia no logró romper el punto muerto en la Batalla del Somme. En octubre, las fuertes lluvias convirtieron el campo de batalla en un mar de lodo, y el 18 de noviembre Haig suspendió la ofensiva de Somme después de más de cuatro meses de masacre en masa.

Excepto por su efecto de desviar a las tropas alemanas de la batalla de Verdún, la ofensiva fue un desastre miserable. Fue un avance total de solo cinco millas para los Aliados, con más de 600,000 soldados británicos y franceses muertos, heridos o desaparecidos en acción. Las bajas alemanas fueron más de 650,000. Aunque Haig fue severamente criticado por la costosa batalla, su disposición a comprometer cantidades masivas de hombres y recursos en el punto muerto a lo largo del frente occidental eventualmente contribuyó al colapso de una Alemania agotada en 1918.